El Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, en nombre del Papa Francisco, dirigió una carta al Padre General con motivo del 200 aniversario de la muerte de San Clemente. Recordando los hechos significativos de la vida de nuestro Santo Cohermano, el Cardenal destacó su pasión por trabajar para Dios y para el prójimo y la gran fe de San Clemente, que confió en Dios incluso en situaciones difíciles, en medio de malentendidos y fracasos.
San Clemente Hofbauer insta a las comunidades cristianas contemporáneas a dejar atrás la seguridad mundana y los esquemas pastorales anticuados y a liberarse de los miedos y la pereza para poder acoger el grito de los hombres y mujeres heridos que se levanta hoy en día en nuestras ciudades, y así llevar la alegría del Evangelio a todas partes. – que leemos en la carta.
En conclusión, el Cardenal expresa los deseos del Santo Padre y comunica la bendición papal a todos los que celebran el Jubileo de San Clemente.
A continuación presentamos el texto completo de la carta del Vaticano (traducido del italiano)
Reverendo Padre
Michael BREHL, C.Ss.R.
Superior General
Congregación del Santísimo Redentor
Via Merulana, 31
00185 ROMA
En el Vaticano, a 7 de marzo de 2020
Reverendo Padre:
En su cortés carta del 2 de febrero pasado, Usted, al informar al Sumo Pontífice acerca del Bicentenario de la muerte de S. Clemente Hofbauer C.Ss.R., solicitó reproponer la singular y poliédrica figura a los cristianos de nuestro tiempo.
Su Santidad, acogiendo este devoto gesto, se une con gusto a la alegría de la Congregación y espera que las celebraciones en cuestión constituyan una valiosa oportunidad para hacer que el testimonio del Cohermano Santo, que fiel al espíritu apostólico del Fundador, S. Alfonso María de Liguori, hizo todo lo posible por proclamar el Evangelio en las diversas periferias de su tiempo y para difundir la Congregación del Santísimo Redentor más allá de los Alpes, sentando las bases para su posterior difusión en todo el mundo.
Para llevar a cabo su larga y ejemplar aventura humana y espiritual fue, ante todo, su gran fe, recibida sobre el regazo materno de su tierra natal de Tasswitz, en Moravia, la que lo llevó, a pasar por numerosas y dolorosas situaciones y en diferentes contextos sociales y políticos, a abandonarse con plena confianza en los brazos del Padre celestial y a no perder la esperanza de alcanzar la codiciada meta del Sacerdocio, incluso cuando todo parecía obstaculizarla. Con el feliz ingreso en la Congregación del Santísimo Redentor, aprovechó esta inesperada oportunidad para recibir una gracia particular y un nuevo llamado a servir a la causa del Evangelio y a dar testimonio del precioso tesoro de la fe, inicialmente en Polonia, debido a las leyes vigentes en su Patria, y más tarde en Viena.
La fe, profundamente arraigada en su existencia y enriquecida por las enseñanzas del Fundador, lo llevó a considerar peligrosa y casi antinatural la incredulidad y el alejamiento de Dios de muchos de sus contemporáneos y a buscar siempre nuevas formas para que la alegría del Evangelio llegase a todos, promoviendo experiencias cada vez más ricas de humanidad y de vida cristiana.
La misma pasión por la causa de Dios y sus hermanos lo llevó a ponerse al servicio de la pobreza presente en la ciudad de Varsovia, ofreciendo, con la ayuda material, la posibilidad de una vida más digna, libre de analfabetismo y peligros morales a: huérfanos, a los niños abandonados, a las niñas y a los jóvenes de todas las naciones y religiones presentes en la ciudad, siempre confiando en la divina Providencia y en la ayuda de personas generosas, a quienes no dudó pedir limosna y colaboración por el amor de los hermanos.
Trasladado a Viena en el período de madurez, su inquietud misionera se extendió a otras periferias: al mundo universitario y al de la cultura, induciendo a muchos científicos y artistas ilustres, no solo a acercarse a la Iglesia, sino también a una vida espiritual intensa y consciente, tratando de colmar la pobreza interior, diferente pero no distinta, de los que llevaron al Fundador a apasionarse por la condición de los pobres e ignorantes del Sur de Italia. Prestó especial atención al mundo de la juventud y, especialmente, a los estudiantes que lo vieron como un amigo acogedor y un sacerdote que contagiaba con su fe y su bondad a los que se le acercaban. Gracias a este compromiso, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, nobles y burgueses, académicos y artistas, funcionarios estatales y prelados, estudiantes y profesores confiaron en su liderazgo y difundieron su espiritualidad, ejerciendo su influencia en todas las áreas de la sociedad.
Con una fe fuerte que lo llevó a esperar contra toda esperanza en la firme convicción de que “lo que parece imposible al hombre, siempre es posible para Dios”, San Clemente Hofbauer exhortaba a las comunidades cristianas contemporáneas a salir de las certezas mundanas y los esquemas pastorales obsoletos y liberarse de los temores y la pereza para acoger el grito del hombre herido que emerge en nuestras ciudades y llevar la alegría del Evangelio a todas partes.
Mientras hace votos fervientes por el éxito de las celebraciones del Bicentenario, el Santo Padre invoca la protección celestial del Cohermano Santo y de San Alfonso María de Liguori y le imparte de todo corazón y a toda la Congregación del Santísimo Redentor y a todos los que participarán en este evento la Bendición Apostólica, la promesa de toda gracia y de un renovado compromiso misionero.
Al unir mis personales felicitaciones, aprovecho la circunstancia para presentarme con un sentido de estima religiosa
della Paternità Vostra Reverenda
dev.mo
Pietro Card. Parolin
Segretario di Stato